martes, 27 de enero de 2009

La sur-alternidad como categoría postmetafísica [aunque propiamente post- en general]

 Julio García Murillo

NOTA DEL NARRADOR: LO SIGUIENTE ESTÁ NARRADO COMO INTENTO DE ARTICULAR LA CUESTIÓN TRAS LA TORMENTA EIDÉTICA DE LAS PRIMERAS DOS SESIONES. 

 

Nos encontramos en el ineluctable –incluso urgente– proyecto de construcción de una subjetividad subalterna. Es preciso usar el artículo indeterminado «una» y no el determinado «la» por mero principio de resistencia –si es que la resistencia es principio–. En todo caso, la tarea (de)constructora de dicha subalternidad no se restringe a la recopilación documental de información historiográfica, sobretodo del ámbito político o de círculos politizados. Tampoco a la formulación –también politizada e incluso ontologizada– de una identidad diferente y autónoma –que no es una diferencia radical– opuesta a lo que reconoceríamos como identidad clásica de la tradición occidental. Esta última, aunque de difícil concentración y síntesis conceptual, podríamos resumirla como aquella que define al hombre –europeo, y consecuentemente a todo al que se le asimile como tal, no precisamente europeo, pero al menos hombre– como animal racional, ser de trabajo, productor, ser de la educación, de la civilización, del progreso, y muchas más acepciones; y que en términos ontológicos reconoce que cada cosa es igual a sí misma y diferente a las demás; y esto significa que ese hombre es igual a sí mismo, que él es su mismidad y que en eso consiste su ser, que en eso le va. El proyecto de construcción de «la» identidad es el proyecto rector de la metafísica occidental. Cuando en algún lugar perdido de Grecia –no de la histórica, sino de la historiografiada– se dijo: “A=A” (Principio onto-lógico de identidad), el curso del pensamiento –y eso significa, el curso histórico, cultural, político, estético, etc. de occidente y de los mundos que se hicieron a su imagen y semejanza– quedó definido y enmarcado. Después de pensar A=A se puede afirmar: “Todo ente es en su esencia: idea, razón, energía, materia atómica, voluntad, poder, voluntad de poder, riqueza, producción, reproducción, representación, representación, representación”. (Y tómese la repetición como una evasiva.) Consecuentemente, nada –o sólo nada– puede salir del sistema de mismidad o, incluso –con perdón de la palabra– mismización de todo lo existente.

Lo anterior podría parecer una digresión innecesaria, pero es preciso sostenerla –al menos para arrojarla lejos– si pensamos que el proyecto del sur se constituye como la creación de un absolutamente otro al occidental clásico mediante la construcción de su propia identidad. Ya que en esencia, toda construcción mediante representaciones se subyuga al sistema reproductivo de la mismidad. Un ejemplo, que en mi opinión constituye un fracaso inevitable por su planteamiento discursivo, aunque de muy buena intención –como todo humanismo ilustrado civilizatorio–, es la búsqueda de la mexicanidad que en el período posrevolucionario constituyó uno de los pilares de la producción filosófica. Se buscaba la identidad del mexicano, la cual, con principios y métodos casi etnográficos -en muchos casos, no todos-, pretendía realizar una identidad diferente a todo lo demás con los métodos propios de la metafísica y sin alejamiento crítico; casi como la construcción de un fetiche que diera confianza a los habitantes del país y que se integrara a un sistema de identidades universales, con los mismos métodos de pensamiento y representación (Cr. Ramos, Paz, Caso, etc.). Lo anterior tal vez sí era una digresión, pero nos sirve para afirmar que la construcción de un sujeto subalterno se convierte en una tarea sumida al fracaso. ¿En qué consiste esta aseguración pesimista del fracaso? En que toda construcción de identidad siempre se (re)presentará subsumida al proyecto rector de la metafísica. Para dejarlo más claro y cercano a la temática del simposio, ese proyecto rector fue el que posibilitó que el conquistador explotara y que el misionero convirtiera-dominara diciéndole al nativo: “Ecce homo; imítalo, en tu esencia se guarda la posibilidad de ser hombre; extirpemos toda tu maldad primitiva y abramos tus ojos a la bondad de la civilización”. [La colonización es conquista y conversión en cuanto es humanización, pero sólo y en tanto comprendamos a ésta como una negación o incapacidad de aceptar al otro como otro y un intento de integrarlo al sistema de la identidad: “Seas como yo soy”. Lo anterior para el humanista era lo único posibleEs, propiamente, en nuestros días (Cfr. ONU, Derechos humanos, Filantropía, Liberalismo, No-violencia, Fair Trade, etc.).]

Si buscamos una alteridad frente a lo mismo (A=A, Totalidad=Representación, Globalidad=Universalización, Ente=Producto/ Medio de producción/ Ganancia/ Valor/ Tasa/ Texto/ Hipertexto/ Probabilidad/ Crédito/ Fantasma, Fantasma, Fantasma, etc.) no debe realizarse como una oposición que pretenda (im)poner una nueva identidad, sino que más bien dicha alteridad sólo será posible como cuestionamiento de lo mismo, como interpelación que fractura, que produce un hiato, como rasgadura por la que aparecen todos los fantasmas ocultos, todos los crímenes (im)perfectos, todas las fallas del sistema y la suma de los delitos ignorados. La contraposición –oposición, rebeldía, protesta– más crítica –y eso significa que lleva al desquicio total la crisis inminente– es posiblemente la misma crítica. En este sentido en el presente articulamos la búsqueda de una subjetividad y no de un sujeto definido. La distinción es sutil, pero radical. No se busca superar el concepto abstracto de sujeto, no se busca tampoco hacer una suma de todos los elementos comunes de los múltiples sujetos activos o políticos –labor imposible y abstracta hasta la exacerbación–; la distinción radica en que la subjetividad como alteridad subalterna se abre como la condición de posibilidad del sujeto –epistemológico, político, ontológico, etc.– y guarda al mismo tiempo la noción de imposibilidad del mismo: la diferencia en la identidad. De forma más clara, diferenciar entre sujetos no nos dice nada de la posibilidad de que existan o que no existan en cuanto sujetos, la subjetividad por otro lado es el nombre de dicha condición de (im)posibilidad. La búsqueda de una subjetividad subalterna se articula, desde esta perspectiva, como una crítica discursiva al concepto moderno de sujeto.

Pero ¿por qué mejor no salimos del laberinto de la modernidad cuyo centro es el binomio sujeto-objeto con una verdad articulada como certeza experimental y un ímpetu de progreso y mejoramiento? Porque no saldríamos del laberinto, porque consistiría en crear otra identidad de lo mismo. La resistencia es mirar el discurso que subyace bajo el laberinto, llevarla a su límite, criticarla. Con otras palabras, el sur –como interpelación radical de lo mismo– sólo puede surgir en y desde el norte, a partir de su fractura. ¿Cómo se fractura el norte? Interrogándolo, analizándolo, interviniéndolo…

 

***

 

Podemos articular el fracaso cognitivo como una imposibilidad de salida hacia lo que habría “detrás, arriba, abajo, adentro” o cualesquiera direcciones de supuesta huída del discurso dominante. La diferencia –como objetivo y efecto de la fractura o hiato en que podría consistir la subalternidad– no surge como huída que se dirige a la oposición de lo establecido. El fracaso no consiste en una derrota, sino en una imposibilidad efectiva. La subalternidad es sub- porque de cualquier modo se ubica bajo el manto de dominio de lo mismo. El sur sólo surge como sub-. El norte está arriba del sur. [Pero esta metáfora, por otro lado, puede resultar peligrosa por diferentes motivos: la visión pseudocientífica de la evolución y progreso en los trópicos como prejuicio argumentativo de mentes cerradas; también la propensión a pensar que el concepto de sur es geopolítico –a pesar de su paradójica conveniencia– y no más bien táctico o instrumental.] Es verdad que los países del norte –los más occidentales e idénticos a sí mismos– presentan en general un argumento similar de progreso y autoayuda, y al mismo tiempo mantienen subsumido o subyugado al resto del mundo por múltiples vías. Este problema es esencial, sin embargo, no toca en mi opinión la esencia del binomio sur-norte. El sur me parece más bien como un instrumento conceptual, como táctica de provocación crítica de lo mismo (que se articula como norte gracias a dicha intervención).

El norte está sobre el sur. Esto se debe a que sólo dentro del (discurso del) norte –ya comprendido, gracias al instrumento sur, como discurso– puede decirse: “Pero, Señor Norte, dominante y legislador de todo lo posible, aquí, en el centro de su dominio, A ya No es igual a A, y esto se debe a que todo el tiempo actuó como si A=A; es más, no le perdono, pero sé que no le era posible pensar otra vía.” Nos encontraríamos en un fracaso si intentáramos decir “A no es B, y nosotros somos B”. Ya que consistiría en hacer de B un A y hacerlo ingresar a la misma política de identidad. En este sentido el fracaso radica en que es imposible criticar la violencia de los sistemas de representación occidentales fuera de éstos. Pero el fracaso tampoco es un acontecimiento que nos sume en la inactividad y en el pesimismo, el fracaso es más bien la puerta de salida. En y desde la crítica sucede algo que torna la cuestión. Ya no se ve (analiza, comenta, argumenta, etc.) al norte como lo dado y lo único posible, sino que se articula como discurso, como discurso reinante, y desde esta (im)postura se fractura en sí a la identidad –en sentido metafísico– y surge la diferencia como fractura o escisión que manifiesta su generalmente oculta vacuidad y sus malas-buenas intenciones -sin afán de maniqueísmo alguno-.

 

***

 

Hablar por el otro no consiste en una actividad humanista –el humanismo hacía del otro parte (marginal) de lo mismo– ni tampoco en una actitud creadora de víctimas –la víctima siempre queda sumida y bajo el mandato del victimario y del valiente que la rescata–, hablar por el otro consiste en posibilitar la emergencia –urgente– de una otredad. Cuando se dijo: “Sur”, apareció el “Norte”. Aparecieron sus terrores, sus fantasmas, sus caprichos, sus tonterías, sus monstruos, sus sueños… Antes de que se dijera “Sur” aquello que hoy llamamos “Norte” era lo único, lo mismo, lo dado y lo necesario. [Considero que de un modo similar cuando Marx dijo: “Proletariado de todo el mundo, uníos”, inventó el proletariado y consecuentemente a la burguesía. Se hicieron visibles.]

De este modo, la subalternidad es una categoría de raíz metafísica ya que se encuentra irremediablemente condenada al servicio del terror de la representación –o de la representación del terror, para las mentes ilustradas–, pero al desplazarla a la par de los conceptos «sur» y «diferencia» es también postmetafísica porque torna a la modernidad en discurso y no lo considera de antemano como proyecto único. Tal vez el punto de nuestra reunión no sea construir sujetos subalternos (aunque  es preciso conocer –integrar, compartir, provocar– los casos particulares y regionales de resistencia, confrontación y rebeldía), sino abrir el campo de su acción interviniendo y ocupando –así como se ocupan los terrenos– el discurso reinante; poniéndonos en la constante tarea de deconstrucción, desfragmentación, rotación, interpretación, para lograr fracturas, apariciones monstruosas.

El sur es la sub-alternidad. El sur es la cara rota del norte, la provincia en la ciudad, el otro de lo mismo, la diferencia de la identidad. La subalternidad es la sur-alternidad. ¿Qué tarea nos queda? Descender al sur del norte, descender cuantas veces sea preciso.


NOTA DEL NARRADOR: LO ANTERIOR ESTÁ NARRADO COMO INTENTO DE ARTICULAR LA CUESTIÓN TRAS LA TORMENTA EIDÉTICA DE LAS PRIMERAS DOS SESIONES. (POSIBLEMENTE HOY POR LA NOCHE O MAÑANA SUBA FRAGMENTOS DEL SUPUESTO TEXTO QUE ELABORO COMO PROYECTO PARA MOSTRAR EN EL SITAC, QUE MÁS QUE TEXTO ACABADO ES UN "INCONTEXTO" SIN FIN.)

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lunes, 26 de enero de 2009

Notas /// El Sur y sus Cien Trozos

Notas

El Sur y sus Cien Trozos
César Cortés

“…la seducción extrema probablemente esté en el límite del horror”
Georges Bataille

Sur

Mi café está hiper cargado; tiemblo y mis dientes rechinan. Justo escucho de fondo Hitler in my Heart de Anthony and the Johnsons, que ahora soy capaz de volver a oír con atención luego de recordar las imprecaciones de Aimé Césaire en su Discurso sobre el colonialismo.

And I find Hitler in my heart
From the corpses flowers grow
Flowers grow
Aparece en mí, entonces, la imagen licuada, y en ella el llamado “eros negro” que acecha la imagen del Sur –no en el sentido de negritud, sino en el de oscuridad, impenetrabilidad seductora–: la mirada perversa, el reverso de la versión que implica un ojo caníbal que observa al Otro radical con un placer que excede los límites del gozo o del dolor, es decir; que los empalma. Juego a este pensamiento desmembrado, al flujo incorrecto, a la mezcla entre filosofía fragmentaria de un no-filósofo como yo y a la deriva de ideas flânerie, tan peligrosas para las fundamentaciones sistémicas. Esta es la apuesta: el Otro que representa el Sur quizá se parezca a esa imagen que para Bataille fuera su obsesión vital y el motor de la mayoría de su obra: el lingchi o la llamada tortura de los Cien Trozos.



Mutilación del sentido y orgasmo

Hacia la mirada perversa en mis imágenes de inicio, un spaghetti interpretativo: esta perversidad opera en función de quien observa y define desde uno sólo de los lados, desde su Yo escindido y, por tanto, de quien reinventa al Otro en la medida de su propio deseo. Pienso en la maquinaria, por ejemplo, del torturador: además de sus fines como reproductor de una moral utilitaria –desde la lógica, por supuesto, de quien lo hace para los fines de ideas como Patria, Estado o las que fueren- es que en efecto éste experimente placer al consumar el acto de mutilación, no sólo de la materialidad del cuerpo del Otro, sino consecuentemente de la amputación de su sentido. Sentido que en última instancia desconoce y que, por medio de un ejercicio de transposición, el torturador objetiva para consumar su deseo; es decir, para ponerlo en juego y llevarlo a cabo. No se trata del Otro construido en la búsqueda de objetividad, en la medida de una relación de integración paulatina de su mirada, como en el caso de la alta antropofagia mencionada por Rolnik (1), sino de una puesta en juego fantasmal –Lacan dixit– que hace suponer en un Sí Mismo a un Otro en la medida de su fabulación. En este sentido, lo que empalma el placer con el dolor ahí, es mutilar lentamente como negación de lo que se supone un imaginario ajeno a un Otro latente, inexplicable y adscrito en el terreno de la alteridad –que determinaría al Otro, que lo supone- y que no es sino lo propio de aquel que realiza la invasión a su territorio. Se trata de un espejo –de baja antropofagia, en los mismos términos de Rolnik- que refleja las pulsiones propias, pero que puede ser imaginado como totalizador desde quien se mira a sí mismo. Y ahí puede caber una serie temporal de situaciones encadenadas: la conjugación entre figuración del Otro, la observación de ésta y su negación inmediata como fragmentación paulatina de sus posibilidades. Es decir; el punto exacto de la pérdida de la inocencia en el Otro, el momento de la revelación como cuerpo ajeno de sí mismo, coincide con el orgasmo individual o colectivo de quien o quienes lo determinan y lo definen.



El atroz placer

Dice José Alessandri (2):
El oximorón “atroz placer” nombra lo que lee en el otro, pero a la vez condensa el hecho de que con eso lee lo que se produce en el propio cuerpo. El “atroz placer” es ese exceso que el otro saca del cuerpo propio.

Tiemblo todavía. Llevo varios cafés en el organismo. Sin embargo mi estómago no está bien y eso conjuga en mí una sospecha de que mi cuerpo reacciona un poco aterrado frente a las imágenes. Recuerdo lo que me dijera una maestra: “Hay libros que no deben ser leídos. Contienen una energía especial, hacen daño” a lo que yo respondí, levantando antes la mano en el fondo del salón de hotel en el que ella impartía una conferencia sobre técnicas de sanación: “Pero yo me dedico, en buena medida, a leer todo tipo de libros. Quizás esos libros a los que te refieres”. Entonces –contestó de inmediato– antes de leerlos, debes “percibir” su energía, y luego “protegerte”. ¿Pensamiento excéntrico? ¿No-pensamiento?

Observo, pues, la serie de fotografías tomadas del suplicio chino de los Cien Trozos. ¿Tienen qué ver? –me pregunto– con la idea del Sur a la que nos referimos en la mesa Zonas de disturbio ; cartografías de la fractura del SITAC en la que participo. ¿Con esa mirada perversa del Otro asumida desde la integración de un imaginario “sureño”, que podría ser la avanzada del Norte sobre las características de su propio deseo?

Las referencias son interminables. La discusión puntillosa (3). Aparecen los nombres de Cortázar, Elizondo y Mirabeu; autores que se refieren a las fotografías citadas. Se reproduce un fragmento del texto de Bataille Las lágrimas de Eros en el que éste las comenta:
“…quise hacer sensible el deslizamiento del erotismo sin medida en el erotismo consciente” bajo un principio que puede resultar asombroso: “Lo que no es consciente no es humano”.
Quien mira y lo observado ahí como representación, pliega la idea de lo que parecería ser íntegro. Es justo en la intermediación del fotógrafo que confía en el registro y la posterior difusión de las imágenes como constitutivas de una realidad que se presentó en un momento dado. La fotografía, en ese sentido, como todo arte que intenta la re-presentación, es subsidiaria de la escritura y su trinidad temporal: se escribe en un presente para que éste sea leído en un futuro como constatación del pasado. Pienso en la interpretación acerca del acto de retratar a los condenados antes de su inmolación en los campos de exterminio en Kampuchea en el régimen de Pol Pot: el fotógrafo como mensajero de la muerte, quien permite que se constate desde el registro del momento previo al genocidio, una constante del asesinato en el tiempo, una devolución de la mirada del Otro que está a punto de desaparecer.

Pienso también y de inmediato en los comentarios de Mariana Botey, quien dirige la clínica del SITAC: una tendencia de Occidente por recuperar las imágenes del Sur como una segunda modernidad. Una estrategia. Porque, claro, como en el caso de la conquista, parece ser que se “descubre” algo que antes no estaba ahí, y que sin embargo es la comprobación del reflejo, el espejo psicótico lacaniano que devuelve la imagen sublimada del Yo en un Otro que no es sino Sí Mismo.

Sin embargo, acá en estos ejemplos ¿dónde está el canibalismo?



La golosina caníbal

En quien mira, en la insaciabilidad de la mirada. Y, lo repito acá, esta apuesta es una mera especulación; el Otro radical no existe, justo porque es ilegible, irrepresentable en el tiempo. Y lo que se roba en el intento de comunicar al Otro es el presente, su presente adscribiéndolo a un relato que no es el suyo, sino como parte de una determinada apropiación del tiempo vertido en la historia. Dice Bataille en su Diccionario Crítico:
…el ojo, según la exquisita expresión de Stevenson, “golosina caníbal”, es para nosotros el objeto de tanta inquietud que nunca morderíamos. El ojo ocupa incluso un rango extremadamente elevado en el horror ya que es, entre otras cosas, el ojo de la conciencia.
Una conciencia limitada, desde la seducción que el Otro representa frente a los ojos del Sí Mismo. Incluso en la apropiación que los estudios postcoloniales hacen del subalterno y de quienes Spivak (4), integrante del grupo, realiza una crítica refiriéndose a la complicidad entre sujeto y objeto de investigación. Justo porque el ojo objetualiza a través de la mirada con la intención de particularizar los detalles, nombrarlos, realizar una especie de disección, una suerte de desmembramiento.



La invención del Sur

La medusa significa una alteridad tan radical que no es posible mirarla sin morir.
Jean Budrillard


El Sur real no existe. Existe como Phantasme, esta visión ilusoria de quien fija su propio deseo. De quien fragmenta en la medida de una concepción logocéntrica que confunde verdad con verosimilitud. Lo que hay es una invención del Sur, como consecuencia de un desarrollo que no puede hacer otra cosa sino excluir al Otro radical en la medida en la que lo clasifica y lo convierte en fragmentos definibles. Dice Derrida (5) en un texto acerca de la ilegibilidad:
…lo que se experimenta en el trabajo deconstructivo es que a menudo, no solamente en ciertos textos en particular, sino quizá en el límite de todo texto, hay un momento en que leer consiste en experimentar que el sentido no es accesible, que no hay un sentido escondido detrás de los signos, que el concepto tradicional de lectura no resiste ante la experiencia del texto; y, en consecuencia, que lo que se lee es una cierta ilegibilidad.

Esta ilegibilidad es un vacío irrepresentable. Lo que puede representarse, el fantasma lacaniano hasta donde lo entiendo, sí es una realidad. Ouroboros, serpiente que se come la cola. El Sur es una autoreferencia del Norte, que mezcla placer con dolor, intento de cercanía que muta constantemente en función a una línea de pensamiento que tiene como tradición los entendimientos de Occidente y que dependen de una temporalidad definida. Y lo que presenta un conflicto mayor para aquellos Otros que aún no han sido tocados por su avanzada cultural, es que Occidente, a través de todas sus deformaciones, mutaciones y mutilaciones postcoloniales, es también inextricable para ellos. Y quizá la ilusión más peligrosa de todo esto sea que, cualquier tipo de institucionalización de la palabra del Otro, lo incorpore como parte de este mismo sistema bipartido. Como muerte o como preservación. Le haga, pues, perder su alteridad –a ojos del Sí Mismo– y le haga, a la vez, permanecer en su no-existencia, en su impenetrabilidad –a los ojos de quienes supongo yo, son estos Otros.

Creo que, en todo caso, el problema a discutir es el carácter de la resistencia cultural de los subalternos que provienen de una genealogía distinta a la dominadora –sea esta del Norte o del Sur–, y que han debido llevar a cabo para cuidar del exterminio su percepción del mundo. A la vez trazar los métodos para contribuir a que estas formulaciones encuentren canales adecuados de resistencia. Aportar, como conocedores de las constantes del nuevo poder banal que es el mercado, herramientas a este enmascaramiento, como parte de una propuesta de indocilidad frente al entorno planteado por los poderes hegemónicos de un Occidente cada vez más amenazante y mutante. Lo que James C. Scott (6) llamara la “infrapolítica de los desposeídos”.


Epílogo de Chuang-tzu

"Cuando Po-Chu visitó el país de Chi, vio el cuerpo de un malhechor descuartizado (es decir, que sufrió el Lingchi). Al punto se despojó de su manto de corte y cubrió los pobres miembros destrozados como si envolviese a un niño en pañales. Y mientras hacía esto, gritaba y se lamentaba: “No creas que tú solo sufres esta desgracia. No sólo te pasa a ti esta terrible desdicha. Nos pasa a todos, aunque a ti te ha herido antes. Tus jueces dicen: no robarás, no matarás; y esas mismas almas virtuosas, al premiar y a elevar a unos cuantos hunden al resto en la ignominia. La división que crea sus leyes engendra la ira y el rencor. Ellos, que amontonan honores, siembran la semilla del odio. El corazón turbio por odio y envidia, el cuerpo cansado por un cansancio sin tregua, el espíritu henchido de irrealizables deseos. ¡Cómo escandalizarnos de que todos terminen como tú!"(7)

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(1)
Rolnik, Suely. Más allá del principio de identidad: la vacuna antropofágica en In Arte Contemporânea Brasileira: Um e/entre Outro/s, São Paulo: Fundação Bienal de São Paulo. http://caosmose.net/ suelyrolnik/textos.htm

(2)
Assandri, José. Entre Bataille y Lacan; ensayos sobre el ojo, golosina caníbal. Ediciones literales. Colección El cuenco de plata. 1ª edición. Buenos Aires, 2007.

(3) Ibid.

(4)
Spivak, Gayatri Chakravorty. Estudios de la Subalternidad: Deconstruyendo Ia Historiografía. En Debates Post Coloniales: Una introducción a los Estudios de la Subaltenidad. Compilación de Silvia Rivera Cusicanqui, Rossana Barragán. Ediciones Aruwiyiri; Editorial Historias. La Paz, Bolivia.

(5)
Derrida, Jacques. Jacques Derrida: leer lo ilegible. Entrevista con Carmen González-Marín, Revista de Occidente, 62-63, 1986, pp. 160-182.

(6)
Scott, James C. Los dominados y el arte de la resistencia. Ediciones Era. México, 2000.

(7)
Paz, Octavio. Chuang-tzu. Siruela. Madrid, 1997.

jueves, 22 de enero de 2009

sábado, 17 de enero de 2009

Zonas de disturbio, cartografías de la fractura

el SUR como horizonte hacia criticas de representación, circuitos de circulación de las crisis sistémicas y trazos subalternos
Responsable: Mariana Botey
Interlocutores: Suely Rolnik, Nelly Richard
Director Clínicas: Roberto Jacoby

Sur, sur, sur, sur….
SITAC VII 2009
Director : Cuauhtemoc Medina